Amar y ser amado es una experiencia única.
El primer amor que necesitamos es el de los padres, sin su cuidado nuestro niño-niña no hubiera podido vivir, crecer y desarrollarse en plenitud. Después necesitamos el amor de la hermandad y de los amigos, así nos medimos con nuestros pares, y nos hacemos un lugar de pertenencia en el grupo. Más tarde, nuestra naturaleza física y emocional nos despierta los sentidos y el corazón para buscar, anhelar el amor de pareja.
Es en el amor de pareja donde más vulnerables nos sentimos. Todos nuestros miedos salen a la luz, y muchas veces el miedo a no ser suficiente, a ser inadecuad@, a no merecer, se hacen tan patentes que bloquean cualquier actuación emocional que nos cuide, proteja y dignifique. Nuestro niñ@ interior toma el control de nuestra vida, y suplica ser querid@ a toda costa «Haré todo lo que tu quieras, todo lo que tu desees, a costa de mi bienestar». Desaparecemos como adultos en la relación para pasar a depender emocionalmente de nuestra pareja. No importa lo inteligente, lo exitos@, lo amable, amoros@ que podamos llegar a ser, no sentimos tener ningún valor si no es a través del reconocimiento de nuestr@ compañer@ sentimental. Pérdida de nuestra brújula emocional, desvariamos sin rumbo a la espera de una señal de aprobación, de amor, de consuelo del otro.
Ya no podemos experimentar amor, ni placer, ni bienestar por nosotros mismos, entramos en un bucle de dolor y autocompasión. Nuestro equilibrio emocional y en muchas ocasiones físico lo hemos dejado en manos de otro, hemos renunciado a nuestra responsabilidad, poder y dignidad. Eso es la Dependencia Emocional.
El apego es la incapacidad de renunciar a una relación cuando tus valores y principios están siendo dañados.